Las pocas y muchas razones que el hombre tiene para morir

miércoles, abril 07, 2004


Para Miguel
que se ríe de lo que escribo
y porque sé que en el fondo...tenía razón.


Y un día, el hombre despertó por primera vez... se quedó en silencio, tumbado sobre la tierra húmeda, mirando al hacia el infinito hasta que de su boca salió el primer aliento que formó una enorme nube de vaho que subió al cielo para transformarse en tormenta.
Aquel hombre permaneció pegado al suelo hasta que, con la primera lluvia, la tierra se hizo lodo y el hombre logró despegarse. Descubrió sus manos y ellas inmediatamente descubrieron a su vez sus ojos, su nariz, su boca, dos oídos, una cara y una enorme cabeza... Trató de incorporarse y cuando al fin pudo sentarse, se miró los pies.
Sus manos curiosas, se alargaron hasta que pudieron alcanzarlos, pasó su mano por la planta de sus pies y empezó a sentir un cosquilleo extraño que logró asustarlo mucho. Este hombre, el primero de todos, prometió no volver a tocarse la planta de los pies.
Paso mucho tiempo, el hombre se sintió sólo y aburrido, decidió levantarse e irse caminando en busca de compañía, caminó y caminó hasta que llegó al final de la tierra, donde encontró un abismo y después, no había nada... se inclinó, abrió su boca y dejo salir de ella un grito, espero un instante en busca de respuesta y lo único que obtuvo fue oír la réplica de un grito un millón de veces más en volumen descendente por su misma voz. Comenzó a sentir un miedo terrible, el sentimiento no lo dejaba en paz ni un solo instante. Miró hacia el suelo mientras una lágrima que caía de sus ojos, abría un surco del empeine hacía sus dedos entre el barro que cubría sus pies de tanto andar y entonces, recordó la planta de sus pies... se sentó sobre la tierra y con lágrimas en los ojos se permitió tocar de nuevo las plantas de los pies de su humana tristeza, comenzó a rascarlas hasta que su cara esbozó una gran sonrisa mientras todo su cuerpo se retorcía de alegría.
Comenzó a andar con los ánimos devueltos, con la esperanza de encontrar otro hombre... siguió su no camino y se topo con una nube de vaho y recordó la lluvia, miró a su alrededor y pudo descubrir el contorno de un hombre que se fundía con la tierra, se acercó a el y maravillado con la imagen, contempló asombrado como la mano de aquel hombre emergía hasta el cielo. En silencio observo aquel místico ritual tan extraño de tocarse por primera vez la boca y los ojos, de taparse la nariz y los oídos, de hacer llover para poder levantarse e irse.Cuando el segundo hombre se incorporó, el primero yacía frente a él esperándolo... estaba completamente feliz, pues al fin su búsqueda había terminado. El segundo hombre miró con extrañeza al primer hombre, sintió desconfianza y comenzó a moverse, el primer hombre hacia la de espejo en cada uno de sus movimientos, el primero quería demostrarle al segundo que eran iguales, el segundo nunca entendió eso y creyó que posiblemente eso que permanecía pegado a el era parte de sí mismo y lo llamó sombra.
Ambos hombres se acostumbraron a vivir juntos, uno imitando los movimientos, ademanes y hasta sentimientos del otro hasta que un día sin saber como ni cuando cambiaron los roles, el primer hombre era el que dirigía los pasos del segundo, las risas, cantos y emociones... el segundo hombre había aprendido perfectamente el arte de seguir la gama de sentimientos como reflejo de lo que en verdad sentía el primero, nunca imagino que todo eso era posible si escuchaba su interior.
Un buen día... el hombre, el primer hombre; jamás se levantó, en su lecho de muerte se confundió con la tierra. El segundo hombre espero una eternidad entera hasta que la soledad lo obligó a expirar... de esa nube de vaho cayó la lluvia y el segundo hombre pudo levantarse y volver a andar sin su eterna e inseparable sombra... recorrió los mil y un caminos andados hasta que se topo con el abismo... lanzó un grito y el eco le recordó que debía esperar a encontrar otro hombre para hacerse su sombra.

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