Las pocas y muchas razones que el hombre tiene para morir

martes, julio 08, 2003

Ayer salí de casa apresuradamente, el día no pintaba bien…lunes...inicio de semana y la vuelta obligatoria a la odiosa cotidianeidad…
No había agua caliente porque el calentador decidió tomarse unas vacaciones o definitivamente se declaró en huelga, nadie en casa sabe porqué.
Deje la puerta abierta pues se supone que en el transcurso del día, alguien iría a convencer al calentador de volver a ofrecernos sus servicios, pues por las mañanas es un poco molesto que el chorro de agua salga completamente frío, así casi nadie disfruta un baño, o por lo menos yo no lo hago.
Cuando alguien deja la puerta abierta de su casa, no se imagina la cantidad y variedad de visitantes que pueden entrar a su casa, generalmente yo no me preocupo pues todos son bien recibidos en casa, siempre y cuando no me caguen la madre.
Ayer tuve algunas visitas interesantes y bastante inoportunas…se metieron las nubes a mi casa.
Y uno como cualquiera puede pensar que tal vez querrán tomar el té, una taza de café o comer algo; siendo muy confianzudos…tal vez se sentarían sobre mi cama a mirar la tele o a dormir un rato…pero no, no hicieron nada de eso, hicieron algo mucho peor.
Por lo visto, las nubes que visitaron mi casa el día de ayer, eran un grupo de nubes chismosas de esas grises con malas intenciones o algunas nubes románticas de esas que son arreboladas y se la pasan jugueteando y metamorfoseándose mientras se ríen porque el viento les hace cosquillas.
Pues bien, entraron a mi casa y descubrieron mi secreto, se la pasaron hurgando entre todas mis cosas. Encontraron mi diario y miraron todas mis fotos.
Yo creo que todo lo que está escrito en mi diario les produjo mucha tristeza…y entonces fue el acabose pues todas ellas comenzaron a llorar…y podría pensar que una lágrima o dos eran suficientes…a quién le hace daño de repente echar unas lagrimitas?, eso pensé…pero ellas lloraron hasta que se secaron.
El resultado: toda mi casa inundada…no hablo de un charquito…hablo de una inundación descomunal donde por las 3 puertas de mi casa no dejaba de salir agua…y ni que decir por las coladeras.

Yo había pensado que era momento de hacer un cambio en mi vida…pero a mí como a todos les ha sucedido…la comodidad de la aburrida cotidianeidad nos tiene bien amenazados con no mover ni un solo detalle o nos negará de por vida o por un rato la tranquilidad anhelada. Pero bueno, como todos los cambios…tenía que desechar grandes cosas de mi pasado que empezaban a estorbar… No toqué nada y preferí ignorar su existencia mientras tomaba mis decisiones…hasta que las nubes entraron a mi casa y decidieron hacer el trabajo por mí.

Después de su visita, no me quedó nada…todo lo lloraron…todo lo dejaron impregnado de lágrimas y creo que ahora todo eso tiene que ir a la basura.

Encontraron los dibujos de un soñador y los mojaron hasta que las líneas se corrieron y dejaron de ser figura para diluirse en el papel en una mancha…igual que hacen los recuerdos algunas veces.

Descubrieron las fotos de una suicida en un momento en el qué ella parecía estar contenta…la miraron y se preguntaron una y cien veces más por qué decidió desistir de respirar y siguieron llorando.

Se toparon con mis colores, mis crayones y acuarelas y pintaron el agua en protesta de recordarme lo olvidado que tengo tomar una hoja en blanco para jugar a ser artista.

Encontraron algunas de mis secretas ilusiones y las mojaron más, porque como saben que esas no las tiraré al bote de la basura…tendré que exponerlas al público hasta que se sequen.

Todos mis zapatos nadaban…hoy he tenido que venir descalza a trabajar…supongo que los zapatos les contaron a las nubes que todos los días los llevo por el mismo lugar y que ya estaban cansados y aburridos y las nubes lloraron y lloraron sobre ellos hasta que navegaban como barquitos felices por donde les placía en la casa…algunos de ellos naufragaron y espero que aún quieran andar cuando se sequen.

Las nubes no respetaron nada…mojaron hasta mis discos favoritos…son tan favoritos que ya ni los toco…prefiero guardarlos bien en un lugar seguro donde sólo las lágrimas de nube pudieron llegar hasta dejarlos totalmente llorados.

Al llenar las bolsas de basura con mis recuerdos, he procurado ni mirar, ni detenerme en el contenido, porque sé que algo me haría quedarme a contemplar mientras me dejo sentir melancolía y tristeza por tantas cosas que han acabado.

No sé si esperar a que vuelvan las nubes para reclamarles o agradecerles de antemano su amabilidad.
Cuando las lágrimas comenzaron a bajar de nivel…me senté a contemplar el desastre. La catástrofe natural que implica tirar tu vida a la basura para comenzar de nuevo… Me senté tranquilamente con los pies mojados y resignada a que tendría que esperar que todo se secara…cuando llegó mi hermana, quién al ver mi cara pregunto en un tono cínico… “qué pasó aquí? De verdad que ves la tempestad y no te hincas…!” y a mí sólo me quedó pensar…“Esto no es una tempestad…ya es sólo un charquito”.

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