Malas costumbres
Son cada vez más los países que se están hartando derecitar el papel del bobo en esta gran farsa universal
Eduardo Galeano
Un pequeño gesto de dignidad nacional desató tremendoescándalo a principios de este año. En todo el mundola prensa le dedicó títulos de primera página, comoinformando de algo rarísimo, algo así como: "Hombremuerde perro". ¿Qué había ocurrido? Brasil estaba exigiendo a losvisitantes estadunidenses lo mismo que Estados Unidosexige a los visitantes brasileños: visa en elpasaporte y fichaje en la frontera, incluyendo foto yhuella digital. Muchos condenaron ese acto de normalidad como unaexpresión de peligrosa locura. Quizá, si el mundo noestuviera tan mal acostumbrado, las cosas se hubieranvisto de otro modo. Al fin y al cabo, lo anormal noera que el presidente Lula actuara así, sino que fuerael único: lo anormal era que los demás aceptaran sinchistar esas condiciones que Bush impuso a todos lospaíses, con excepción de unos pocos privilegiados queestán más allá de cualquier sospecha de terrorismo ymaldad.
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Todo se explicaba, faltaba más, por el 11 deseptiembre. Esta tragedia, que el presidente Bushsigue utilizando como una póliza de perpetuaimpunidad, obliga a su país a defenderse sin bajarnunca la guardia. Sin embargo, como cualquiera sabe, ningún brasileño hatenido nada que ver con la caída de las Torres Gemelasde Nueva York. En cambio, como pocos recuerdan, el másgrave atentado terrorista de toda la historia delBrasil, el golpe de Estado de 1964, contó con lafundamental participación política, económica, military periodística de Estados Unidos. Este asunto de los fichajes de viajeros, que tanto líoarmó, no es más que un caso de justicia retributiva, ysería ridículo confundirlo con una tardía venganzahistórica. Pero las rutinas de la indignidad tienenmucho que ver, en América Latina, con la malacostumbre de la amnesia, de modo que no está de másrecordar que la participación oficial y oficiosa deEstados Unidos en aquel golpe de Estado terrorista hasido documentalmente probada y confesada por susprincipales actores. Y valdría la pena recordartambién que ese cuartelazo no sólo abrió paso a unalarga dictadura militar, sino que además asesinó y sepultó las reformas sociales que el gobiernodemocrático de Jango Goulart estaba llevando adelantepara que fuera menos injusto el país más injusto delmundo. Aquel impulso justiciero demoró 40 años en resucitar.En esos 40 años, ¿cuántos niños brasileños murieron dehambre? El terrorismo que mata por hambre no es menosabominable que el que mata por bomba.
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Malas costumbres: indignidad, amnesia, resignación.Por miedo, nos cuesta cambiarlas; por pereza mental,nos cuesta imaginarnos sin ellas. Se nos hace inconcebible el revés de la trama, lacontracara de cada cara. Preguntarnos, pongamos porcaso, ¿qué hubiera pasado si Irak hubiera invadidoEstados Unidos, con el pretexto de que tiene armas dedestrucción masiva? ¿Y si la embajada de Venezuela enWashington hubiera impulsado y aplaudido un golpe deEstado contra George W. Bush, como hizo la embajada deEstados Unidos en Caracas contra Hugo Chávez? ¿Y si elgobierno de Cuba hubiera organizado 637 tentativas deasesinato contra los presidentes de Estados Unidos, enrespuesta a las 637 veces que intentaron matar a FidelCastro? ¿Y qué pasaría si los países del sur del mundo senegaran a aceptar una sola de las condicionesimpuestas por el Fondo Monetario y el Banco Mundial, amenos que estos organismos empezaran por imponerlas aEstados Unidos, que es el mayor deudor del planeta? ¿Ysi el sur aplicara los subsidios y los aranceles quelos países ricos practican en casa y pro-híben afuera?¿Y si...?
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Malas costumbres: el fatalismo. Aceptamos loinaceptable como si fuera parte del orden natural delas cosas y como si no hubiera otro orden posible. Elsol enfría, la libertad oprime, la integracióndesintegra: nos guste o no nos guste, no hay manera deevitarlo. Elija usted entre eso o eso. Así se vende,por ejemplo, el Alca.
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Allá en el principio de los tiempos, el viejo Zeus, elmandón mayor, no se equivocó. Entre todos losmoradores del Olimpo griego, Hermes era el másmentiroso, el tramposo que a todos engañaba, el ladrónque todo robaba. Zeus le regaló unas sandalias conalitas de oro y lo nombró dios del comercio. FueHermes, después llamado Mercurio, quien engendró la Organización Mundial del Comercio, el Nafta, elAlca y otras criaturas concebidas a su imagen y semejanza. El Nafta, el acuerdo comercial entre Estados Unidos,Canadá y México, acaba de cumplir diez años. La manode Hermes ha guiado, paso a paso, toda su infancia.Vida y obra del Nafta, primera década: recordemos nomás que un par de episodios reveladores de lo que nosespera si se concreta el Alca y esta llamada libertadde comercio, humilladora de soberanías, se extiende atodo el espacio americano:
* En 1996, el gobierno de Canadá prohibió la venta de"una neurotoxina peligrosa para la salud humana". Eraun aditivo para la gasolina, fabricado por la empresaestadunidense Ethyl. Ese aditivo tóxico, prohibido enEstados Unidos, sólo se vendía en Canadá. La empresaEthyl, que lleva muchos años dedicada a la noblemisión de envenenar a los países extranjeros,reaccionó demandando al Estado canadiense porque laprohibición de su producto liquidaba sus ventas,dañaba su reputación e implicaba "una expropiación".Los abogados canadienses advirtieron a su gobierno queestaba perdido: no había nada qué hacer. En el Nafta,las empresas mandan. A mediados de 1998, el gobiernode Canadá levantó la prohibición, pagó unaindemnización de 13 millones de dólares a la empresaEthyl y le pidió disculpas.
* En 1995, otra empresa estadunidense, Metalclad, nopudo reabrir un depósito de basura tóxica en el estadomexicano de San Luis Potosí. Lo impidió la población,machetes en mano, para que la empresa basurera nocontinuara envenenando la tierra y las napassubterráneas de agua. Metalclad demandó al gobierno deMéxico por ese "acto de expropiación". Según loestablecido por el Tratado de Libre Comercio, en elaño 2001 la empresa recibió una indemnización de 17millones de dólares.
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La Organización de Naciones Unidas nació al fin de laSegunda Guerra Mundial. John Fitzgerald Kennedy yOrson Welles estuvieron entre los 2 mil 500periodistas que publicaron crónicas del granacontecimiento. La Carta fundacional de NacionesUnidas estableció "la igualdad de derechos de lasnaciones grandes y pequeñas". Era la gran promesa: a partir de la igualdad soberanade todos sus miembros, el nuevo organismointernacional iba a cambiar el rumbo de la historia dela humanidad. Sesenta años después, a la vista está.Cambió para peor.
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Pero las malas costumbres no son un destino, y soncada vez más los países que se están hartando derecitar el papel del bobo en esta gran farsauniversal. Hace un año, comprobaba Thomas Dawson, vocero delFondo Monetario Internacional: "Tenemos muchos alumnosdestacados en América Latina". Era el lenguaje desiempre. Ahora, advierte el presidente argentinoNéstor Kirchner: "Ya no somos alfombra". Es el nuevolenguaje. Nuevo lenguaje, nueva actitud. Nuestros países sellevan muy mal con sus pueblos y se llevan todavíapeor con sus vecinos, y ésta es una larga y tristehistoria de divorcios. Pero las más recientesreuniones internacionales -en Cancún, en Monterrey-han sido sacudidas por el soplo de vientos que el aireagradece. Después de tantos años de soledad, losdébiles estamos empezando a entender que por separadoestamos fritos. Ya pocos creen, como el presidenteuruguayo Jorge Batlle, que todavía podemos aspirar aser mendigos felices. Hasta los más cabezaduras seestán convenciendo de que en este vasto humilladero,donde los poderosos practican impunemente elproteccionismo comercial, la extorsión financiera y laviolencia militar, la dignidad es compartida o no es. Habría que apurarse, digo yo, antes de que quedemosigualitos a las fotos ésas que están llegando de Marte.
Etiquetas: Libros y lecturas
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