Las pocas y muchas razones que el hombre tiene para morir

jueves, febrero 19, 2004

¿Qué pasa cuando un día te levantas y te das cuenta que no quieres tu vida?¿Cuándo haciendo un recuento rápido…notas que has elegido todo lo que no querías para ti?
Me he comprado una vida estable…no muy cara por supuesto, el precio que pago por ella es poco. Bajo mensaje subliminal también he comprado la obediencia y la estabilidad.
Me compre un trabajo de 8 a 2:30, que me mantiene ocupada y me garantiza que mañana y después de mañana estará ahí esperándome para servir a cuanta gente pueda de la manera más rápida y eficiente. No me desagrada lo que hago…sin embargo…no hay esfuerzo…ilusión…retos o propuestas...
No sé si mi cerebro se ha vuelto mi propia prisión…con un celador que me permite soñar y controlar al mismo tiempo mis fugas…Que me alimenta de cotidianeidad y me advierte que no debo soñar mucho porque es malo para el cautiverio.
Me estoy acostumbrando a no pasar mis propios límites…ya he diseñado donde están cada una de esas paredes imaginarias y he hecho un listado de los horizontes que se me ha permitido mirar y he evitado mencionar la existencia de los demás muros para que mi celebro no se sienta tentado o olvidarse de su propia existencia.
Algo debió salir mal, pues siempre he tratado de caminar en sentido contrario a dónde ahora estoy…y ahora que me percato que he llegado justo al lugar donde no quería estar.
¿Qué se hace en estos casos? ¿Se avienta la propia vida al abismo y se sale corriendo tratando de no volver la mirada atrás? ¿Se planea la escapatoria hacia cualquier otro lado? La peor pregunta es: ¿tenemos el valor de decir? ¡HASTA HOY! Olvidar el pasado y ¿volver a empezar?
Hacen falta muchas otras cosas más: la pasión desenfrenada que significa tener fe en los sueños y las utopías…en darse el lujo de soñar realidades…de materializar metas…de ir más lejos sin legar de nuevo al mismo punto…donde uno compra un trabajo, una vida simple y cotidiana y se olvida de sí.

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