Las pocas y muchas razones que el hombre tiene para morir

lunes, abril 26, 2004


Y después de tanto esperar este momento…finalmente sucedió.


Ustedes saben y conocen mi gusto por las letras…mi gusto por ser leída…el gusto que significa compartirme un poco desde adentro y saber que quienes son mis lectores guardan una relación secreta conmigo, de las cosas de las que nunca hablaré en persona y que sin embargo las he escrito para compartir. Siempre he pensado que escribir, es como pensar en voz alta.

Recuerdo que leyendo a Don Gabo (fiel acompañante de mis viajes, al cual nadie nunca ha visto…pero saben de su existencia). Me sentí muy conmovida con la historia de la primera vez que le publicaron. Puedo decir sin vergüenza alguna, que me conmoví hasta las lágrimas y que por dentro sentí una envidia indescriptible por ser él y no yo…La misma Alejandra de siempre que escribe y que teme ser leída…la misma que escribe pero que a veces nadie lee.

No sé, si mi vocación de escritora me la he inventado yo…no sé si algún día logre olvidar esa extraña necesidad de teclear letra a letra el teclado hasta que las cosas suenen como si pudiera tener la certeza de que si alguien prueba mis palabras…les supieran dulces o amargas…les pudieran dejar un aliento terriblemente apestoso o pudiera oler a flores de un jardín de su flor favorita.

Don Gabriel me ha dicho un secreto: “el miedo a escribir es tan grande como el miedo a no hacerlo”, he escrito es frase en mi pared para no olvidarme de lo importante que es…querer y atreverse a escribir…y luego, atreverse a escribir y atreverse a ser leído.

Si cada uno hace de su vida…una página en blanco o unas 100 cuartillas de aventuras, reales o ficticias…la cosa es siempre escribir. Nunca pensé que se escucha bien fácil, pero ¡carajo! es una reverenda chinga.

Hace poco me propuse que inventara lo que tuviera que inventar, un buen día alguien tendría que publicar un texto hecho a mano, por Alejandra, la que se ha inventado la vocación de escritora para mantenerse viva. Sorpresivamente, ese día no se me ocurrió nada y así pasaron 7 días.

Divagué por infinidad de temas y al parecer, todos tenían un pero. Si hablaba de valores el texto acabaría por devaluarlos…si hablaba de historia…abarataría mi memoria…si hablaba de Madrid…Miguel se reiría de mí…siempre encontré un pretexto. Y sentí que no podría hacerlo porque cuando uno escribe para uno mismo…que más da. Uno es el dictador de sus propias palabras, pero escribir para los demás…es como jugar al tiro al blanco siendo el que escribe el blanco…

Sentí una frustración inmensa, no podía ser posible que un día pueda escribir hojas y hojas de texto y el día que quiera comprometerme a escribir exponiendo mi persona… no pudiera decir ni madres. Pasó una semana entera y mis ánimos disminuían. Después de algunos intentos y de hacerme un ‘cocowash’ sobre dejarme literalmente de mamadas y hacerlo de una vez.

Hice un texto, no escribí a cerca de algo que saliera de mí. Debo aceptarlo…de una perspectiva ajena hice un texto.

Hace poco vi la película, Invasiones Bárbaras, mis últimos días. La película es maravillosa, me transmitió infinidad de sensaciones, me hizo llorar y después del final pensé seriamente que la vida me daba otra oportunidad para creer en ella. No importaba si era juventud o vejez la que vivía… si tenía necesidad de vida o muerte la que necesitaba experimentar… la cosa era simplemente vivir. Me inspiró y me dejó sin letras.

Me obligué a escribir. Cuando finalmente tuve el texto y después de leerlo a desconsideración decidí mandarlo y no le dije nada a nadie…ya saben…aquel sabio dicho que versa “chicle y pega…y si no…despegado estaba”. Y yo como ya había tratado de pegar unos chiclotes que no tenían futuro en ninguna pared, prefería no decir nada aunque esperaba el día. De todas formas, procuré no entusiasmarme demasiado porque de hacerlo… la decepción se me haría tan grande como el miedo de intentarlo de nuevo.

Y por fin llegó el día de hoy. Compré el periódico y la revista. Sin brincarme ninguna hoja, me di la tarea de revisar la revista hoja por hoja. Y por fin hallé un espacio para mí y por lo tanto…un texto hecho a mano con mis letras. Debo decir que sentí una gran emoción de recordar a mis lectores, de los que conozco sus nombres y direcciones de correo y también sentí una gran felicidad de desconocer a mis lectores (si es que los hay).

He de aceptar que mi texto no es la gran cosa (no es modestia…sino molestia), ya cuando lo vi publicado no supe si era claro, si llegaba a transmitir lo que sentí cuando lo escribí y lo mucho que me costó escribirlo. No sé si escribir sea como dar de gritos al vacío esperando ser escuchado.

También, he de aclararles que el privilegio me lo gané gratuitamente en un espacio para lectores con vocación inventada de escritores…por lo menos estoy orgullosa de no haber prostituído ninguna de mis letras.

Hoy todavía estoy confundida. Tengo muchas dudas, pero creo que este es un gran avance.
Sin embargo, quería compartirles este mi pequeño logro…y darles las gracias por llegar a todos los puntos finales de mis textos.

Ale
La que sueña con ser escritora

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