Circo para ciegos: La casa de los deseosY se apagó la luz y todo fue obscuridad.
En una butaca de un circo que no es colorido por que no se ve, me siento a presenciar el espectáculo, aún no dan la primera llamada cuando la carpa ya está llena de ausencias que no ven más que obscuridad.
Se escucha la primera voz de el personaje que se presenta totalmente alcoholizado como ‘El Payaso Poeta’, un escalofrío recorre mi cuerpo pensando siempre en esa aberración necia de temerles a los que se pintan la cara con colores brillantes, con esa aterradora sonrisa obligada que da el color…con los ojos como túneles que te conducen directo al abismo… probablemente también al engaño y a la verdad… cuando miro un payaso me asusta saber que al derramar una simple lágrima, la sal será capaz de teñir ese rostro con la carne que se oculta tras el arcoiris…y así llego a la pesadilla de mi infancia: un basurero de payasos…todos los que no son capaces de hacerte reír están confinados a no poder escapar de ese inmenso tiradero.
En las alturas, se oye la voz del trapecista que venda sus ojos, olvida la red y da ese primer paso que significa retar a la realidad…pedirle poco a poco que en el piso encuentres el final…pero ¿por qué no pensar en volar? Los ángeles aunque estén al ras del suelo aún saben que tienen alas para volar…Dejarse caer no es simplemente dejar de mirar el siguiente paso…dejarse caer significa correr un riego grande que no es mitigado por el dolor y el miedo. El trapecista da un paso en falso con un pedazo de sueño tapando sus ojos y cae.
Los pequeños pasos de un ser de diminuta estatura se acompañan por el repiqueteo de unos cascabeles que pueden casi tocar el suelo… La iracunda manifestación de no ser lo que eres y no tener lo quieres, nos llevan a la frustración diminuta de andar como enanos…con el dolor del peso de la propia realidad sobre los hombros llenándonos de deseos y de esperanzas también invidentes…El tiempo pasa y hay que seguir respirando, uno no puede detenerse en el momento que lo desea…se escucha el choque de dos agujas de tejer y la voz de la diminuta interfecta, vocifera ante la frustración la posibilidad de tejer una historia…no importa como simplemente tejerla…a pasos…un derecho, un revés…un derecho, un derecho y dos revés…la historia de la indiferencia que se teje como resorte y espera aguantar hasta que llegue el tiempo de reventar.
Tejió entre mis dedos una historia, la de mi presencia ausente…no podía mirarla a los ojos, todo era obscuridad…no podía comprobar su tristeza, todo era parte de la resistencia…entonces cuestionó al eco del silencio “¿qué haces? ¿no tejes? teje una historia, no importa como sea…sentí el hilo de estambre entre mis dedos y no supe que hacer…sólo pude hacer un nudo y pensar que ahí estaba mi historia…en un nudo falso…y de un tirón el nudo y mi historia me fueron arrebatados para que alguien más continuara con la labor de tejer esa hebra suelta. El sonido de las agujas se perdía entre la multitud…
Al fondo de la carpa se escuchaba el gemido que produce forzarse y un par de cadenas arrastrando, cuando se hizo el sonido más claro…se presentó el hombre fuerte, no con cadenas sino con pesas…se quejaba lloriqueando porque notaba que nadie sabía lo difícil que era cargar un peso tan grande, ser corpulento e indiscutiblemente fuerte. La gente lo había hecho tan fuerte que él mismo había dejado de ser él, por vivir de las historias que los otros tejían sobre él. Ya no podía más…había dejado por tanto tiempo que la imagen lo hiciera, que ya no quería esa imagen…sólo quería entregarse al llanto sin dejar de ser él y sin dejar de vivir las historias tejidas a los demás…se había negado la oportunidad de simplemente: no ser.
Permanecí sentada en mi butaca, inmóvil e intacta…pasaron sobre mí el viento y el fuego…los olores del circo…los dolores del alma… los secretos intactos nunca escuchados por nadie, la tristeza ajena…y la pena. La complicidad de una voz que parece no haber existido nunca sólo se hacia silencio incómodo. Reflejo oculto de algo.
Sentí pena por mí y por todos ellos, por todos ellos y por todos nosotros también, porque yo no podía verlos a ellos, y ellos fingían que ignoraban mi presencia silente y extraña, y entonces cada uno de ellos enfilaba su acto de vida sin decoro, como si su voz fuera sorda y sus oídos mudos…y entonces así se atrevían sólo a hablar de la confusión…de la vida que cada uno ha olvidado vivir por la tristeza, la ausencia, el engaño y el miedo a volar.
Nunca pude ver a ningún personaje, todos ellos rozaron mi existencia como el susurro del viento que extrañamente te turba y te hace sentir vergüenza de saber que nos hemos conformado con un circo cotidiano de vistosos colores y hemos olvidado el color de la carne…de lo humanamente sensible.
La función…aún no ha empezado.
Etiquetas: De las cosas que he visto, Para compartir