Las pocas y muchas razones que el hombre tiene para morir

lunes, diciembre 19, 2005

Vivir... es una opción

Había pensado cuantas veces me pregunté quién era, la pregunta tan tormentosa que te asecha a la deriva de cualquier situación.
Tenía 13 años y no pensaba más que en eso, nunca tuve una respuesta… ahora sé que probablemente no la había.
Y después de una larga espera, donde descaradamente me senté por 15 horas a ver pasar la vida y con ella el tráfico, me acosó de nuevo tan trivial pregunta, después de casi 15 años… tendría yo la respuesta?
Y entonces estaba yo sentada en el centro de mi habitación imaginaria… donde nadie entra y nada sale, donde tiene todo su propio lugar, no hay ventanas ni puertas, no hubo nunca por donde escapar.
Estaba en el centro pensando, como siempre… el movimiento circular de mis pensamientos, no dejaba de acuchillarme incansablemente al alma llenando mi historia de más historias, de más preguntas sin respuestas, de tristezas infinitas y soledades inauditas y creo que no volví a moverme porque fue así como descubrí como soñar.
Me llené la cabeza de sueños y deseos… pensé que el simple hecho de desear un día me haría despertar en aquella tan añorada realidad… y seguí soñando, me inventaba mundos y circunstancias, tuve infinidad de diálogos de los cuales ustedes nunca recordarán porque únicamente forman parte de mis conversaciones imaginarias… soñé todo cuanto pude, porque pensé que eso era lo único que tendría para aferrarme a esta puta vida.
Creo que nunca dejé de soñar… pero que es un sueño sino algo que no es realidad… y cuando descubrí esto, el alma se me partió en trozos y comenzó a llorar desahuciada… de nada habría servido tener los ojos siempre perdidos en el horizonte, de nada sirvió tampoco la paciencia, mucho menos la oportunidad prometida, la siempre pretendida… de nada sirvió tratar de mentirme… la realidad no cambiaba y el tiempo nunca dejó de pasar…
Y yo seguía ahí, pintando las paredes de mi habitación imaginaria con paisajes, cielos, estrellas, ventanas y puertas, las pintaba y sobre ellas pintaba más, nunca dejé de pintar y pintar y siempre… volvía al centro a sentarme sobre mi banco viejo mientras volvía a soñar.
Creo que cuando me cansé de aquella habitación… desee por una eternidad salir de ella y no temer más dejar de ser una soñadora… y desee de nuevo y con todas mis fuerzas quise que aquellas paredes se derrumbaran, que en el instante desaparecieran… y así sentada en medio de una habitación vacía llena de paredes, mi imaginación por fin me dejó ir…
Me prometí a mi misma, llevar mi corazón cargado de esperanza y no permitir que nada lo detuviera y entonces comenzó a latir feliz… como si no lo hubiera hecho nunca.
Cuando tengo un minuto para reflexionar suelo recordar aquella habitación que me hospedo sin cobrar alquiler por tanto tiempo y me pregunto si acaso quisiera volver ahí… entonces recuerdo como mi corazón ha sido valiente por ir y andar por ahí esperando no soñar más… por que decidir vivir la vida es sólo una opción… es decidir un día soñar menos para vivir más.

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