Las pocas y muchas razones que el hombre tiene para morir

martes, junio 24, 2003

No soy una persona que escriba cursilerías estúpidas sobre añoranzas y sueños rotos...sin embargo, aún para quien lo dude...también añoro y se me rompen los sueños a trozos.
No sé si la dureza que he procurado al afrontar las cosas sea tan buena como se ve...a veces creo que si me pusiera a llorar un millón de años tal vez me sentiría más feliz de no serme indiferente.
He descubierto que mi alma trato de escapar de mí, porque estaba harta del vacío y entonces cavo y cavo dentro de mí, sin que yo lo notará y se fue... el hoyo por el que salió es grande y parece que lucho mucho para hacerlo, ahora no encuentro como resanar ese hoyo y todo lo que me pasa se va por ahí, es como un enorme tobogán que al llegar a su fin se escapa y no se queda...supongo que todo eso se va a perseguir a mi alma, por si de casualidad la encuentran y la hacen volver.
El primer paso fue asumir la hermosa fragilidad del ser humano y entonces deleitarse con lágrimas y sonrisas, con sueños y utopías. Después el ser humano que abría los brazos se fue encogiendo...sentía golpes por todas partes y para protegerse se entumía hasta que se hizo concha...su corazón yace igual que una perla guardada.
Y entonces todo aquello...sueños hermosos...valientes utopías, lágrimas sensibles y sonrisas espontáneas no tenían algún efecto especial sobre la concha.
A veces esa ración simple de sensaciones es vital para seguir produciendo sueños y anhelos, cuando dejas de percibir, es casi imposible que un sentimiento logre perturbarte y entonces el dolor ya no duele, y el amor no se siente, la ilusión ya no hace ilusión y los sueños no existen y el hoyo sigue ahí tragándose todo.
Este sentimiento es verdaderamente encabronante...es como si un humano dejara de serlo al momento de haberse aislado completamente de todo, algunos se preguntan...'se podrá?' y probablemente sea imposible es cierto pero uno se vuelve indiferente ante el dolor propia, el fracaso propio y la frustración propia; en pocas palabras es como tener atole en las venas....
Si a cualquiera le pasa lo anterior es terrible, lo más terrible es hacerlo consciente, pues entonces inicia una lucha contra la concha, y entonces contra el peso y la dureza de caparazón...uno empieza a apostarle a un sueño, a un sentimiento o a alguna que otra aventura... y entonces se esperan los resultados...y cuando ellos son terribles, el ser humano se mete de nuevo a la concha...su cara no refleja tristeza, ni decepción, ni esperanza, ni nada...ya no importa.
A este pobre ser humano lo único que le funciona aún es la razón...eterna enemiga que no se ha cansado de atormentar su existencia.
La substitución de la felicidad ahora es pensarte feliz...de la tristeza...pensarte triste...de el fracaso lo mismo...desde el hoyo que cabo el alma. todo radica en la parte superior de la cabeza, se piensan las cosas...no se sienten.
La concha es cada ve más grande...
y cuesta cada vez más trabajo abrirla...el ser humano se empieza a acostumbrar a vivir en total aislamiento. El tiempo le es indiferente, pasa y pasa, pero parece nunca pasar.
Ahora relataré la historia de como me di cuenta de que llegué a una concha que está cerrada y aún no logro deshacerme de ella.
Hace muchos muchos años...yo era una niña a la que le gustaba oír las historias de su abuelo... El señor de los ojos verdes solía hablarme con su carrasposa voz, mientras abría puertas secretas que me podían trasportar a cualquier lugar que las palabras que salían de su boca fueran pronunciadas.
Y entonces el abuelo se convirtió en un monstruo que dejó de contar historia y nunca más salieron palabras hermosas de su boca. Creo que siempre he añorado esa sensación de dejar entrar la magia a mi alma. Pero eso se acabo.
Me he dejado engañar por algunos juglares que deambulan por el mundo con falsas palabras...siempre lo noto cuando he tratado de abrir una puerta y la puerta no se abre.
Hace algún tiempo encontré a un juglar con la voz hermosa, que contaba historias y se emocionaba fácilmente a simple vista.
Ojos como los suyos nunca había visto...cambian de color como jugando...la mayoría de las veces son grises...y otras tantas se vuelven verdes...a veces creo que está ciego porque parece no mirar nunca nada a la vez.
La primera vez que lo vi pensé que era un vagabundo que guardaba distancia del mundo mientras parecía que se tragaba al mundo con los ojos con los que no veía nada y pensé que no era importante.
Un segundo después comenzó a hablar y le salieron mil bocas...contaba cientos de historias al mismo tiempo y cada una de ellas se colaba por adentro de mi ser, una a una haciendo consquilleos en mis neuronas y entonces con un abrazo abrió un montón de puertas...
Y empecé a creer en él, como el hacedor de mundos hermosos, el de los ojos ciegos...
Toda su persona tiene algunas facultades...la primera, cambia de tamaño...unas veces es pequeño, tan pequeño como un niño de escasa edad y otras se hace grande como titán de batalla, es capaz de desaparecer por millones de años y volver al instante como un acto de escapismo de magia, tiene la capacidad de vivir atemporalmente, no tiene recuerdos, no tiene pasado ni futuro...para él después de unos minutos todo ha cambiado, ha olvidado lo que acaba de vivir y parece seguir adelante.
Su vida es como una línea recta en la que siempre camina para el frente y nunca mira atrás...un paso y luego otro...sus huellas no dejan rastro, un paso y luego otro no hay marcha atrás...un paso y luego otro...el primero ha dejado de existir y el segundo también...el tercero está por darlo pero cuando dé el cuarto ya no existira.
Lo vi reír y me emocioné mucho...porque cuando se ríe parece hacer un esfuerzo enorme por estirar cada músculo de su cara...sin embargo, el sonido de su risa es espontáneo como el de un niño pequeño que no para de reír...debo aceptar que su risa me da felicidad.
Entonces...lo veo, pero parece él nunca mirarme. Le sonrío y el parece pasarse de frente...lo detengo...pero parece no escuchar...él sólo vive para adentro....
Repentinamente se detiene a ofrecer algunas sonrisas o a hablar con esa mirada perdida que lo caracteriza... sin embargo... sólo vive para adentro y parece que sólo deja pasar a algunos a su interior.
He esperado mi turno, sentada y parada, mirándolo a lo lejos...teniéndolo frente a mí, pero al fin de todo, nunca parece mirarme... es tan difícil querer ser rescatada de la concha por un ser así.
El no sabe que existe esa concha, no la ha visto y no sabe que vivo en ella. A veces cuando lo oigo suele sacar a mi alma de la concha por unos instantes...pero luego vuelve la cara a otro lado y se olvida de mi alma y entonces ella vuelve triste a la concha.
Quisiera saber como podría hacer que me viera...y que entonces me diera un abrazo que de verdad lo pudiera yo sentir...quisiera caminar a su paso y encontrarme en su andar sin ser pasado.
Una persona como yo, no puede hacer que el juglar se quede, porque no le significo absolutamente nada, eso es lo más triste de todo.

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