Las pocas y muchas razones que el hombre tiene para morir

jueves, enero 22, 2004

Uno cuando piensa en escribir cosas del corazón, lo primero que teme es, advertir que la cursilería generada por las letras, no es cualquier clase de cursilería, sino una cursilería que debería dejar de ser llamada cursilería para ser entendida como una idea sincera.

Sin embargo, no puedo engañarme más, después de escribir sobre el corazón habré escrito una cursilería y no tendré tiempo de arrepentirme de haberlo hecho, en fin. Tengo la idea de que las llamadas cursilerías antes eran cosa común hasta que la gente dejo de tenerlas y entonces cuando era raro ver un detalle magnífico les empezaron a decir cursilerías por parecer exageraciones de demostraciones que ya no existen.

Espero que comprendan el siguiente tipo de cursilería.

No sé si la culpa es de la soledad en la que me he mantenido por años, con esa armadura fuerte donde no necesitas de nadie y donde he aprendido a secarme mis propias lágrimas con el sol, esperando a que se evaporen las tristezas. Pero a veces pienso que no sería mala idea eso de jugar a ser mago y entonces hacer trucos de magia que causen sonrisas y sorpresas.

No lo podemos negar, vivimos inmersos en una cotidianeidad sumamente absurda, a veces creo que nos hemos acostumbrado tanto a la realidad diaria ya no nos damos cuenta cuando hacemos las cosas por inercia.

Estaba yo en una esquina esperando el verde del semáforo, mientras los coches pasaban, me detuve en un puesto de periódico a leer los encabezados de la nota roja un instante después, estaba a la mitad de la avenida caminando hacia el otro extremo del abismo, no recuerdo haber visto la luz roja cambiar a verde... no recuerdo pensar que era hora de cruzar, simplemente estaba a la mitad de la avenida preguntándome como había llegado hasta ah? y si lo había hecho bajo conciencia propia. La respuesta fue negativa.

Y así como yo no me he dado cuenta de que tomo decisiones por costumbre y que en ocasiones mis pasos saben mejor a dónde ir, nos hemos acostumbrado a la hostil y fiel compañera soledad, nos hemos conformado con vivir una vida llena de vacíos y emociones vanas. Hemos confundido el amor con el miedo de no estar solos y nos hemos limitado a buscar el amor a la vuelta de la esquina y así veo pasar mi vida, y la del de junto y la del de enfrente. Preferimos encontrar quién nos quiera incondicionalmente a arriesgarnos a encontrar a ese alguien a quién podamos amar con absoluta demencia.

Una compañera de la escuela nos contaba que su papá se robó a su mamá, cuando ambos tenían 17 años, cuando era adolescente tomó el coche de su abuela y le dejó una nota que decía más o menos así: “no me robo tu coche, te lo voy a pagar cuando tenga dinero?” Y entonces pensé en a saga aquella que significaba dejar el mundo atrás por un amor. Debo decir, que caso similar no he visto en nuestros días.

Lo cotidiano hoy, es ver que la gente sufre porque el otro (el ser amado) no se quiere comprometer o viceversa; los demás sufren porque el otro (el ser que los ama) quiere que se comprometan a huevo y entonces pienso: el compromiso nada tiene que ver con un vestido blanco, las promesas estúpidas de fidelidad, tiempo y apoyo. El compromiso es algo más fuerte.

El compromiso significa: estar porque uno quieres estar. Uno no tiene que prometer su tiempo, su eternidad y su alma, porque un buen día, te levantas y dejando una nota escapas del tormento.

Nadie sabe lo que quiere para hoy y para mañana, nadie sabe si mañana te levantarás de humor para amar o para salir huyendo de la sombría obligación de amar a alguien que ha estado ahí siempre.

Luego, nos enajenamos de la soledad y atormentados por llegar a viejos sin un perro que nos ladre, le vemos cara de amor a cualquier persona y lo disfrazamos de príncipe o princesa, hay tantos amores mediocres en este mundo, amores para el libro de las indiferencias y los engaños, amores para los libros de los reflejos y los vacíos. Lo cierto es que dejamos de buscar el amor por buscar un compañero con el cual compartir la soledad y el miedo de estar con ella siempre.

Y pues bien, aquel que ha escrito cuentos de princesas atrapadas en castillos o de caballeros a caballo, o bien de Julietas y Romeos bajo la luna, han estado esperando su turno en la fila, en una fabrica de caballeros sin caballo y de princesas sin belleza a que les llegue su turno, lo que han olvidado es que en las historias de verdadero amor, el de la parte chingona se la lleva en que en vez de ser princesa atrapada o príncipe sin corona, se arriesgan a ser el príncipe que rescata o la princesa que enamora?

Pues sí, siempre ha sido muy fácil ser nadie, ser culpable y además de todo: ser víctima. Lo interesante es ser el mago de los sueños de alguien. Dejar detalles amables pegados en las puertas o bajo las almohadas, dejar letras anónimas o sueños colgados en el closet, dejar servida agua de sabor ilusión o tener platos hechos con textura de burbujas, encontrar flores en los techos y nubes en el piso, dejar que la luna sea completa cómplice de las travesuras más amables que ha hecho alguien por ser amor para otro, por regalar un poco de emoción, ilusión o ternura.

¡Y lo he hecho! He escrito una sarta de cursilerías y no me arrepiento de haberlo hecho. En ocasiones quisiera ser la manufacturera de historias fantásticas, de noches brillantes y sueños traslúcidos, sin embargo sé que el miedo que se siente por dentro al arriesgarse se puede convertir en una herida de suma profundidad a la que ni el tiempo pueda curar.

Hoy no soy nadie, no soy princesa, ni espero caballero, quisiera saber que podré amar y ser amada de la misma forma y con eso me conformo.

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