Las pocas y muchas razones que el hombre tiene para morir

miércoles, marzo 17, 2004


Hay días en los que todo el mundo despierta a la misma hora.


Una mañana, de hace dos años y medio el mundo despertó con la noticia de que las Torres Gemelas en Nueva York se desplomaban ante los ojos del mundo y con ello se caía ante nuestros ojos el imperio estadounidense... se caían montones de vidas como si fueran simples rocas... dejaron entre sus escombros un tributo a la destrucción.

Por todas partes del mundo hay destrucción...destrucción desconocida que se esconde en casa, ciudades, campos, montañas, cuevas, refugios o guerras...pero nadie había hecho (hasta entonces) un tributo tan grande a la destrucción. Destruir frente a nuestros ojos, atacar a gente ‘inocente’ que cotidianamente planeaba tener un día común... o quién sabe... tal vez planeaban tener un día especial hasta que todo eso se acabó.

Cada día me cuestiono si la gente se levanta de su cama y piensa “¿será el día de hoy, el día en que muero?” “¿podría hacer del día de hoy un buen recuerdo?” “¿podría vivir intensamente mis próximos minutos engañando a mi cabeza con la amenaza hacerle sentir que después de hoy no habrá más mañanas?”. También me pregunto como serán los despertares de aquellos que cuando cierran los ojos y se entregan al sueño... ya no quieren despertar, en todos aquellos que se han cansado de la vida, ¿con qué sueñan ellos?, cuando abren sus ojos de nuevo...¿qué es lo primero que piensan? ¿dónde acaban sus sueños y dónde empieza su tormentosa realidad?

He de confesar que probablemente en las mañanas cuando despierto... no me da tiempo de pensar porque estratégicamente he puesto el despertador como cronómetro en cuenta regresiva... tengo el tiempo exacto para correr y ducharme, para vestirme y colocarme un listón negro en el pelo... tengo el tiempo contado para no abrumarme con preguntas que me han tomado una vida sin respuesta. Hoy me pregunto si quiero una respuesta o quiero un sueño y una realidad semejante al sueño.

La mañana del jueves 11 de marzo... el mundo se despertó al mismo tiempo... abrió bien sus ojos, mientras otros tantos los cerraban para siempre. Todos despertamos en Madrid.

Un asiento vacío, una vieja con las bolsas llenas de recuerdos, un estudiante escribiendo sus tareas para la vida, un padre pensando que el trabajo de hoy dará de comer a su familia, una madre que a dejado a sus hijos en casa listos para ir a la escuela... un niño que aún no ha dejado de soñar... todos mirándose para dentro pensando... hasta que un ruido estruendoso los obligo a tomar otra ruta.

Ninguno de ellos se encontró de nuevo con su vida... sólo había un destino para ellos y fue cumplido al pie de letras ajenas que no se detuvieron a pensar en que mañana, todas esas personas podrían despertar de nuevo.

La realidad es que es lamentable la muerte de tanta gente que no la debe... y que porque no la teme se levanta diariamente a encontrarse con sus sueños y pesadillas cotidianas. Sin embargo me pregunto si este tipo de ataques nos hacen despertar a todos al mismo tiempo, porque el nombre de aquel desconocido que acaba de morir podría ser el nuestro. La empatía (divino don de la humanidad) nos recuerda que nos mezclamos con los ajenos, con los desconocidos... los que podrían llevar nuestro nombre.

Uno de los principales males de nuestra gran ‘humanidad’ es la indiferencia... la indiferencia de saber (sin que mis palabras suenen catastróficas) que nuestro mundo se muere día a día y que nos hemos acostumbrado a ello. Que nos hemos acostumbrado al sufrimiento y a la agonía... que nos hemos acostumbrado a verlo todo de lejos... a soñar sin realidades y a vivir sin sueños... a cumplir destinos ajenos y ser partícipes de desgracias impropias mediante un periódico o las imágenes en el televisor...

Y posiblemente no nos competa intervenir, o al menos eso hemos creído durante mucho tiempo, hasta que el miedo se nos mete a la mente y la empatía nos afecta.

‘Nuestros’ líderes han determinado regirse por la ley del Talión, ojo por ojo y diente por diente... sueño por sueño y pesadilla por pesadilla. ¿Cuánto nos tomará despertar? Despertar todos a la misma hora como aquel día en Madrid... despertar y saber que nuestras manifestaciones en las calles, con mantas... con cantos... con rezos y con lágrimas no son suficientes para detener el inmenso tributo a la destrucción.

Hoy pienso que es una pena que tanta gente haya muerto y sin embargo sostengo: tenía que morir tanta gente para que nosotros despertáramos con un sentimiento de angustia, dolor y miedo... para que comprendiéramos el dolor y nos llenara el coraje. Para dejar de tomar café hablando de las podredumbres de la realidad mundial, para dejar de pensar en esa desgracia ajena de nuestros compañeros habitantes del mundo y sentirnos parte de ella.

Un día como tantos, nuestro despertar fue amenazante... pero hay quienes viven sabiendo que su despertar los amenaza no sólo por la mañana, sino al tratar de cerrar los ojos o a media noche cuando el destino se presente... ¿podremos cambiar el destino? ¿su destino? ¿el nuestro? La verdad es que siempre pensé que no... pero ellos, los homicidas que se dedican a sorprender a los demás con un destino catastrófico bien planeado, lo han hecho y lo han hecho bastante bien.

Nosotros... tal vez mañana despertaremos como lo hemos hecho tanto tiempo, pasaran los días y el recuerdo de aquellos que se han ido haciéndonos despertar se diluirá en el tiempo y la memoria porque aún no decidimos despertar de una buena vez por todas y tomar un papel de destino y no de sueño en blanco... de pesadilla.

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¿Alguien preguntó algo sobre la inestabilidad emocional?

Empecemos por definir: inestabilidad, emoción y emotividad...


INESTABILIDAD.
Del latín in, falta de, stabilitas, estabilidad, firmeza.
Discontinuidad e inconstancia en la conducta y en la vida psíquica. Falta total de control de conducta y de la capacidad de inhibición.


EMOCIÓN.
Estado afectivo intenso y relativamente breve, originado normalmente por una situación, o un pensamiento, o imagen agradable o desagradable, que activa y excita al sujeto.


EMOTIVIDAD.
Capacidad de sentir

Regresemos a la pregunta: ¿qué es la inestabilidad emocional?
Primera respuesta: es una muy buena pregunta porque realmente no lo sé y como supongo que el que pregunta tampoco lo sabe...construyamos un concepto.


Primera condición:
Consideremos que toda persona es un ser emotivo y por tanto tiene la capacidad de sentir...


Teoría No. 1

Primera contradicción: el significado de la palabra emoción... significa un estado afectivo intenso y relativamente breve... pensemos... toda persona es emotiva, es decir: tiene una gran capacidad de sentir emociones intensas que duran poco... ¿sabemos cuanto dura la felicidad? ¿la tristeza? ¿la soledad? ¿la emoción? ¿la ilusión? ¿la desesperación? ¿la indiferencia? ¿la decepción? No lo sabemos y creo que aún no podemos generar estadísticas de duración para las emociones y los sentimientos. Sin embargo, podríamos pensar que la brevedad de los sentimientos depende de la continuidad con la que cada persona los mantenga.

Entonces podemos alargar la (la breve) felicidad, agarrándonos de ella para seguir... podemos hacer de la (breve) tristeza, el eterno hoyo donde hay que cavar bajo el presagio de saber que no hay nada más allá del fondo. Podemos sentir que la (breve) soledad se hace más grande cuando estamos en compañía de gente que está pero no te ve...que está pero no te escucha. Podemos hacer de la (breve) ilusión...un manojo de sueños para gastar en cada segundo...y ¿por qué no? podemos hacer ilusiones para regalarlas a los que las necesitan... y para los que no las necesitan también. Podemos hacer de la (breve) decepción un agujero cada vez más grande... que nunca volverá a ser llenado con la misma tierra y con todo y eso... volver a intentarlo y creer. Podemos hacer de la (breve) indiferencia una venda eterna frente a los ojos o cubrirnos con las manos nuestros ojos y dejar ver un poco entre las ranuras que se forman entre ellos. Podemos hacer de la (breve) desesperación...un abismo para saltar y enfrentar el miedo o lo que venga.

Después de esto, consideremos... ¿los mismos sentimientos son bipolares? Porque te hacen sentir una cosa y se desvanecen... porque te hacen sentir otra cosa y te animan a buscar el elixir que te haga sentir lo contrario.

Ahora podemos aceptar algo: los seres humanos... en su totalidad...somos inestables emocionalmente, o yo por lo menos...sí lo soy.

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lunes, marzo 15, 2004

Historia del hombre que en el alto cielo amó a una estrella y fue por ella abandonado
Eduardo Galeano


Había robos pero no había ladrones en el valle del Cuzco. Los robos ocurrían durante la noche, en el huerto que tenía las mejores papas. El dueño vigilaba, toda la noche pasaba sin cerrar los ojos, pero en algún momento se le caían los párpados y en ese instantito desaparecían las papas dejando agujeros recién escarbados en los surcos.
Una noche, el hombre mintió. Se acostó a pata suelta, en medio del plantío, y roncando espiaba con un ojo. Y así pasaron las horas, y cuando no mucho faltaba para el amanecer, un violento resplandor lo hizo saltar.

El susto de tanta luz lo dejó ciego.

No eran ladrones: eran ladronas.

A manotazos consiguió atrapar a una. Las demás huyeron en ráfaga hacia el cielo y allá en lo alto quedaron, encendiendo el fin de la noche.

La estrella prisionera prometió devolver todas las papas, y suplicó:

- No me obligues a vivir en la tierra.

Pero él no la soltó. Cubrió con ropa de lana su luminosa desnudez y la encerró en su casa.

Al tiempo tuvieron un hijo que murió al nacer.

Y un atardecer en un descuido, la lumbrera escapó a las alturas. Gracias al cóndor, el hombre subió tras ella.

El hombre e y el cóndor iban envejeciendo en la larga travesía, y tenían siglos de edad cuando el viaje culminó. Pero no bien llegaron, se sumergieron en el lago del tiempo, y nadaron, y emergieron jóvenes.

Y entonces él se lanzó a recorrer la resplandeciente bruma de la Vía Láctea. Y en la peregrinación, reconoció a su estrella. Y le suplicó que lo dejara estar.

En un escondite del cielo, vivieron juntos.

Cada atardecer, ella se iba con sus hermanas, a iluminar la noche del universo. Y cada amanecer volvía, y traía alimentos terrestres que encontraba deslizándose en los graneros del sol y de la luna..

Así fue lo que fue, hasta que ya no fue.

Una mañana la estrella no llegó, y nunca más llegó, y el hombre deambuló por la fría neblina del cielo, hambriento y solo, llamándola a gritos.

El cóndor lo devolvió a la tierra, y en la tierra murió de pena.

Nada alcanzó a contar. De su boca, que no abría ni para comer, no salió palabra. Quizás porque había quedado embobado, estrellado; o quizás porque presentía que aquí en la tierra tomarían su historia por evidente mentira o alucinación de un pobre mortal creyéndose dios en el trono del reino de la noche.

En cuanto a ella, los estrellólogos no coinciden. Hay quien dice que le desenamoró el amor y hay quien dice que no hay por qué llamar amor a lo que fue lástima o curiosidad.

Algunos sostienen que ella echó al hombre porque no quiso verlo morir. Según estos especialistas, las estrellas no entienden nuestra costumbre de vivir nada más que un ratito, y tampoco entienden nuestras ganas locas de subir al cielo: nada saben las estrellas del humano morir, pero sí saben que más allá de la nubes no puede la gente renacer en los hijos que tiene, ni en las papas que planta, ni en los amores que deja.

Otros opinan que fue un adiós obligado. El sol y la luna habrían advertido a la estrella que debía buscarse otra galaxia donde vivir con el intruso. Así, no se podría seguir: en cada pelea conyugal, el hombre envejecía cien años y ella quedaba completamente a oscuras. Es verdad que después, cuando los dos se perdonaban la estupidez de odiarse, él recuperaba el siglo gastado y ella multiplicaba su esplendor; pero la paz del firmamento no podía permitirse aquellos sobresaltos. Y fue entonces, al parecer, que los amos del cielo decidieron renunciar a las papas, que tanto les gustaban, y el camino hacia la tierra fue borrado por siempre jamás.

La estrella se arrepintió de haber obedecido la orden que la condenaba a la soledad. Así lo afirma un estudioso que se ha pasado la vida fotografiando a las estrellas fugaces. El está seguro, y dice tener pruebas,: las estrellas fugaces son todas iguales, por que todas son una. Esa única luz, errante y mojada, es la estrella que una vez conoció el peligro y la fiesta del abrazo humano., y se asustó y huyó y fue perseguida y encontrada. Desde entonces su cuerpo mudo, que por el hombre cantó, supo que había nacido para ser dos o ninguno: y ahora anda volando locamente, a través de la noche, en busca del perdido camino de este mundo.

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