Nos han engañado
Ayer…un domingo como cualquiera, aburrido y sin nada en la tele, me vi obligada a hacer uso del verbo castellanizado ‘zappear’ para ver si de casualidad encontraba algo.
Había mucho fútbol y malas películas, muy muy malas.
Y en un cambio de canal, aparecieron esas imágenes de las que no puedo despegar la mirada, películas de fantasía donde hay elfos, duendes, hadas, enanos, gigantes y todos esos seres que son maravillosos precisamente porque no existen.
La historia me parecía familiar…en estos casos siempre me lo parece pues para esos personajes es tan fácil aparecer en una historia y mudarse a otra, por lo que no sería extraño que hasta mi abuelo me hubiera contado la historia.
Entonces había una ciudad de enanos…si fuera Gulliver tan vez serían Liliputenses…dejémoslo en hombres chiquitos, vivían felices en una ciudad y bailaban y cantaban… de repente salió un gigante que tenía cara de ogro y sorprendentemente era bueno…yo ya no entendía… luego, el ogro participaba de la fiesta de los hombres pequeños y la cámara enfoco y una ganza que hablaba…y fue todavía peor cuando de una vasija a la arpa de oro y todos eran felices…y yo no entendía nada…
Quise saber que seguía pues esa historia yo la conocía y definitivamente a mí no me la contaron así…y me quedé esperando un fliflayfloufla! del ogro ése enorme.
Fue entonces que avanzada la película, resultó ser que un hombrecito de la época actual que había llegado al mundo del ogro, la ganza y la arpa a través de unas habichuelas que crecieron hasta tocar las nubes. La gente de aquel mundo lo trato muy bien y el en cambio se robó a la ganza y la arpa cuando sabía que ambos personajes eran los que le daban la vida y su hermosura a aquella ciudad.
Entonces el Ogro (qué en esta historia tenía un hijo), se fue en busca de aquel malvado hombrecito que le había quitado a su reino la fuente para mantenerlos a todos bien, cuando cayó al precipicio y quedo fuera de la jugada como todo un héroe pues trataba de salvar todo un mundo.
Después me enteré que años después estaban juzgando al famoso hombrecito de las habichuelas que osó robarse la ganza y la arpa.
Y entonces pensé que de niños nos habían engañado a todos porque nos contaron mal todos los cuentos y la culpa…la culpa no es ni de los abuelos, ni de los padres…ni de los ilustradores de cuentos, ni de las editoriales…la culpa la tiene uno que no sabemos su nombre, al cual se le ocurrió ponerle un final feliz a todas las historias y nos dio en la madre a todos.
Lo que significa que las princesas seguramente eran putas, culeras, bien cabronas y posiblemente feas, que los príncipes eran homosexuales y no tenían caballos, Robin Hood seguramente era político, Pinocho no era de madera, las hadas son brujas y las brujas…y lo mejor de todo esto…el final de todas esas historias: NUNCA FUE REAL.
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