El hombre tristeAdaptación de el poema de William Blake titulado ‘Las bodas entre el Cielo y el Infierno” donde el personaje principal es Fausto; retomando Goethe, y Voland como príncipe del infierno, mejor conocido como el demonio.
Advertencia:‘Fausto, mi querido Fausto: Si abres bien los ojos, puedes mirar’
Los sueños de todos los hombres se resumen en:
AMAR……salir de la
tristeza……porque los hombres que están en la
obscuridad…
no se ven.Fausto es un hombre enamorado de la tristeza.
A Fausto, ya no le molesta ese sentimiento denominado t r i s t e z a, pues se ha acostumbrado vivir así, triste y sólo; entonces se mira para dentro y se queja abiertamente de su soledad y su tristeza haciendo alarde de su escepticismo hacia la vida, no habrá nada que lo mueva, lo conmueva o lo haga desertar de su aferrada idea de vivir triste.
Fausto ha elegido entre sus más preciados recuerdos, 3 de ellos.
la primera vez que sintió la soledad
la primera vez que hizo el ridículo y,
la primera vez que le dio un ataque de aburrimiento a los 5 años…
además de no poder olvidar que había nacido con una inmensa necesidad de llorar.
El alma de Fausto era su única y constante compañera, quien lo escuchaba y sin juzgarlo de brindaba toda su atención, comprensión y cariño, había entre ella y Fausto, una completa compenetración llena de amor comprensivo y paciencia.
Su alma, era su casa, probablemente el único lugar en el a Fausto que le gustaba estar. Ella, le hacia la invitación constante: ‘Puedes traer tu rabia, pero no reclamar. Puedes traer tu rabia…pero no dejes de venir…’
Fausto, el hombre del que todos llevamos algo adentro, se miro al espejo… pasaron 30 interminables segundos y él sabía que era Fausto, el hombre triste, pero se daba cuenta que no se conocía; eso sí, no paraba de argumentar que después de tocar fondo…comenzaba a excavar… no al fondo del fondo, ni al infierno, simplemente abajo…muy abajo, con todas sus implicaciones y consecuencias.
Y abajo, muy abajo…hace su aparición Voland, el ángel caído, la contraparte y fuente de existencia del bien, porque el equilibrio así es… las existencias contrapuestas se da vida y se niegan así mismas en su existencia.
Voland es un ente desaliñado, feliz hasta las cachas, orgulloso de sus pensamientos y acciones y sobre todo…dador de vida, ¿por qué no? Su existencia se rige por retar a dios y no sólo por ponerse al tú por tú con un ser superior, sino porque es el único que vale la pena.
Si Voland es el diablo, entonces su proceder es por medio de tentaciones.
El hombre triste, encuentra la seguridad en su tristeza cuando se niega a dejar su extasiado estado más allá del fondo y entonces hace su enorme aparición Voland con sugestiones y preguntas que tiran al vacío sin paracaídas a cualquiera que sea tocado por la intención de esa pregunta.
Una carta y una moneda, una moneda que define la realidad bajo el precepto: ‘saber elegir es saber renunciar’, pues siempre es difícil tomar una decisión…pero peor que tomar una decisión es no elegir y peor que no elegir es nunca elegir nada más la aceptación de una condición puramente humana.
El volado está echado, desde el momento que cualquier Fausto de cualquier época se detiene a cuestionarse (aún bajo su estado irónico de enamoramiento del dolor) ‘¿cómo sería si todo esto fuera diferente? Y entonces elige aventurarse sobre el universo desconocido, sobre la nada, prefiere dar bastonazos de ciego hasta encontrar la luz, o lo que brilla o lo que se podría parecer a un extraño resplandor salido de la nada.
Desgraciadamente en el infierno hay leyes…y Fausto, incrédulo de su capacidad de sorprenderse y de enamorarse de la vida más que de temer de ella, pone en juego su alma confiado en que Voland después de enseñarle los límites del mundo no logrará hacer salir de su boca y su corazón la frase: ‘detente instante, eres hermoso’ al fugaz momento.
Lo mundamente humano es enfrentarse a los excesos, ser partícipe de lo que nunca se ha visto, hecho o pensado; la única forma en que se manifiesta el real conocimiento del hombre es a través de tocar los límites de su materia.
Un hombre como Fausto, como cualquiera, si no conoce sus límites, no conoce tampoco su naturaleza, ni su capacidad de vida, por lo tanto, no elige y si no elige…no existe.
Si después de aventurarse en el infierno, de caer ante los las delicias de los excesos. Fausto se asusta, como todos, como todos los hombres, como todos nosotros. No puede negar el éxtasis de sentirse parte de los excesos y el miedo de cruzar la línea para transformarse.
Su alma se asusta y sufre, finalmente el destino del alma es dictado por el mismo dueño de la misma, la felicidad radica en la tranquilidad y esta a su vez en la seguridad, así que por lo mismo, la felicidad es subjetiva.
Un viaje en montaña rusa podría simbolizar la felicidad; de la misma forma un viaje a pie, sin subidas ni bajadas, sin exceso de velocidad, ni curvas…también podría serlo…el dilema aquí, es decidir…un viaje a pie o en carrito de feria.
Y como todo hombre, Fausto se ve cegado por tenerlo todo a sin importar el precio. Y se aburre y se queja, se somete y luego accede hasta que prendado de la fugacidad de una mujer, la elige como elegir el par de calcetines que irán debajo de los pantalones y dentro de los zapatos…
Y la hace suya y el instante fugaz parece ser maravilloso hasta que acaba. Y en el final cuando todo ha vuelto la realidad, a la que podría ser la siempre cruel realidad…no sólo la deja ir…peor aún, decide marcharse él cargando sobre su espalda sus miedos, su negligencia ante el cambio, cargando su costumbre como la única forma de vida en este planeta, agobiado de nuevo por su tristeza y su malestar por aún seguir respirando.
Por supuesto Voland se burla, porque ha caído en el enamorado…ha adquirido el infierno disfrazado de felicidad; porque el sentimiento más peligroso para el hombre lo ha tomado por sorpresa… lo ha hecho suyo…y entonces tiene sentimientos incontrolables e inexplicables que lo dominan y la única forma de deshacerse de ellos es levantarse, despedirse e irse sin siquiera la idea de mirar de reojo…
Fausto, no escapó de esto y la mató…la mató porque le dio la espalda…y su alma…su alma empezó a gritarle a costa de su propia existencia: ‘Detén el instante’, ‘detenlo ahora’, ‘dile que la amas, que tus manos y todo tu cuerpo ha quedado prendado de su ser’, ‘¡detén el instante!’ siendo así la única forma de devolverle la vida a costa de que el alma cambie de dueño por voluntad propia (de ella –del alma- por supuesto…).
Amar es algo que se gana día a día…es mucho más fácil amar que decidir ser amado.
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