Las pocas y muchas razones que el hombre tiene para morir

martes, noviembre 15, 2005

La que vuela

Para Rodrigo,
Que está buscando a la que vuela.
Y al que por cierto… ni conozco.

Recuerdo bien aquella vez que mis oídos lo escucharon por primera vez…
Oliverio yacía en la cama y ella lo miraba mientras versaba…

"Me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higos, un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o un aliento pesticida.
Soy perfectamente capaz de soportar una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias.
Pero eso sí, no le perdono bajo ningún pretexto, que no sepan volar, si no saben volar, pierden el tiempo conmigo."

No pasó más de un instante cuando sus manos se dirigieron a su mesa de noche donde había un botón, que al ser presionado dejaría abruptamente abierta la puerta de su cama, por la que ella caería sin ninguna explicación, más que un grito de sorpresa entremezclado con dolor.

Y pensé cuantas veces había caído yo por ese mismo agujero con la misma advertencia, si no sabía volar, seguramente caería en lo profundo sin una red de seguridad, llevando a cuestas el recuerdo de un intento fallido.

Y probablemente aún no haya levantado vuelo alguno, sin embargo, algunas de nosotras también buscamos a quién un día te mire a los y te recite lentamente aquellas palabras, en las que advierte el vuelo y en las que también se atreve a volar.

Y es sencillo,

Ella vuela cuando él, la toma sorpresivamente de la mano y con seguridad la invita a recorrer un camino hacia cualquier parte.

Ella vuela, cuando él, la mira fijamente mientras pretende decir algo, se moja los labios, no encuentra las palabras adecuadas y mientras baja la cabeza sonríe haciendo evidentes sus pensamientos.

Ella vuela mientras en un abrazo en el que la eternidad no cabe en un simple instante, ella escucha como el latir de su corazón se confunde con el latir del corazón de él.

Ella vuela cuando en un beso sorpresivo se acaba el mundo y todo tiene un nuevo sentido.

Ella vuela cuando espera por él precavida de no mostrar ansiedad y la enorme alegría que lleva dentro por volverlo a ver.

Ella vuela también cuando lo extraña y en su vuelo no olvida el valor de la distancia y la libertad.

Ella vuelve a volar cuando su tristeza le hace saber cuanto necesita sentir su respiración cerca y los eternos silencios que también comparten.

Ella vuela cuando al llegar la noche conciben un sueño juntos y cuando al amanecer puede verlo despertar lentamente mientras ella sueña.

Ella vuela cuando conoce el sentido del respeto y la libertad, cuando con él comparte estos significados y ambos lo saben bien.

Ella vuela cuando sabe que las caricias son más que un roce carnal efímero.

Ella vuela cuando él… también quiere volar.

Levantar el vuelo no es sencillo, es un acto de dos… si una mujer es la que vuela, es porque un hombre la hace volar.

Nosotras no vamos por vuelos nocturnos flotando entre las nubes esperando ser atrapadas por una red para cazar mariposas… suele ser la mirada de un hombre a una mujer la que hace que la distancia entre los pies y el suelo se haga más grande… que la distancia entre las nubes y el tiempo se haga casi imperceptible.

Algunas de nosotras, como todas ellas… esperamos levantar el vuelo… y en el intento… también llevarlos a volar… a todos los ellos que indefinidamente en su búsqueda siguen esperando a la que vuela.

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